martes, 11 de agosto de 2009

ES LO QUE TIENE, MI AMOR

Como muchos otros seres de inconsciente pensamiento y malhadado sentir, yo (qué quieren que le haga) sufro y vibro con mi equipo de fútbol; pero mi sufrimiento y mi vibrar se multiplican exponencialmente por un curioso hecho de inexplicable naturaleza: soy del Atlético de Madrid.

Sé que somos muchos los que llegado este momento del verano no podemos evitar ilusionarnos y pensar que sí, que este año sí. ¿Por qué? Si no hemos hecho ni un fichaje (vale, dos: Juanito y Asenjo), si por el contrario el eterno rival ha fichado todo lo fichable y lo que le ha salido de los cojones a Florentino y aun algo más, si jugamos igual de mal que el año pasado (¿alguien ha visto los partidos de pretemporada?) y sin centro del campo, si vivimos con la espada de Damocles sobre las cabezas de nuestra dupla atacante, pretendida por media Europa...

Pues muy sencillo, porque la grandeza del club se mide por el nivel de fe que sus aficionados ponemos en las posibilidades de triunfo en cuanto los jugadores saltan al césped. Porque somos una manada de locos ilusos que seguimos creyendo que otro mundo (rojiblanco) es posible. Porque nuestro amor es a prueba de infidelidades (y la verdad es que la novia nos ha salido un poco ligerilla de cascos) y traiciones, que olvidamos rápidamente para alegrarnos con los más inesperados triunfos. Y porque oye, ser del equipo que siempre gana es muy fácil, ¿qué sacrificio es ése?

De momento ayer ganamos el Teresa Herrera. Hace tres días al Liverpool de nuestro añorado (ay) Fernando Torres. Y la semana que viene jugamos la previa de Champions con el Panathinaikos, el equipo más flojo que nos podía tocar, y encima con la vuelta en casa. Así que ¿por qué no?

Ya estamos otra vez dejando volar nuestras ansias de grandeza. ¡Que tiemble Europa! Es lo que tiene, ser del Atleti.

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