sábado, 4 de junio de 2011

10 MENTIRAS SOBRE LOS POETAS (II)

6. LOS POETAS VIVEN ENCERRADOS EN SU TORRE DE MARFIL. No hay nada más cursi que esta frase, eufemismo hortera y almibarado para señalar que los poetas son seres huraños; lo cual tampoco es cierto. La mayoría de los poetas hace suyo el aforismo popular "como fuera de casa en ningún sitio".

7. LOS POETAS NO VAN AL GIMNASIO. Pues antes no sé, y lo que es ahora no es que vayan mucho (creo, como yo no voy no puedo saberlo). Pero el sentido de esta "mentira" es que los poetas no se cuidan. Incierto. Si yo ya hasta conozco poetas metrosexuales, por no hablar de los hipocondriacos.

8. LA POESÍA NO DA DE COMER (PERO MIENTRAS DÉ DE BEBER...). No hay más que darse una vuelta por ayuntamientos, diputaciones, centros culturales e instituciones de diversa índole para ver cómo todos quieren adornarse con la figura de un egregio poeta que, en el 82% de los casos (y esta estadística es real)cobra por pasear su egregio palmito para dar fuste a la supramencionada institución. Así que sí que da.

9. A LOS POETAS LES RESULTA MUY FÁCIL ESCRIBIR. ¿A quién se le habrá ocurrido esa gilipollez? Si me dieran un euro por cada vez que alguien me ha asaltado diciendo "anda, escríbeme un poema" juro por Dios que tendría ya pagada mi hipoteca apócrifa.

10. EL POETA NACE, NO SE HACE. NO digo yo que no haya que tener un talento innato a la hora de posar la vista sobre el mundo, pero sin una profunda preparación, un estudio de la estilística y un conocimiento exhaustivo de la tradición y de los rudimentos compositivos es imposible ser un (buen) poeta. Así hay tanto chapucero que piensa que cualquier excrecencia suya es poesía.

jueves, 26 de mayo de 2011

10 MENTIRAS SOBRE LOS POETAS (I)

1. LOS POETAS SON MUY SENSIBLES. Pues mire usted, no tienen por qué. De hecho, buena parte del gremio pasa por ser un puñado de perfectos hijos de puta, a ver si se va a pensar la gente que uno es sublime veinticuatro horas al día (aunque alguno vaya de eso). Otra cosa es que los poetas tengan una sensibilidad distinta, que eso sí. Pero de todos modos suele quedarse en los libros.

2. LOS POETAS LIGAN MUCHO. Hombre, ligar se liga, pero vamos a ser serios, aquí los que se llevan la parte del león son los futbolistas y los toreros (que, curiosamente, son los que tienen pasta de verdad). Por otro lado, aunque seducir no sea difícil, mantener una persona a tu lado es otra cosa, seas poeta o perito agrónomo.

3. LOS POETAS SON UNOS ATORMENTADOS. Otro de los grandes tópicos. Con los divanes de los psiquiatras llenos y la población atiborrada de lexatín y valium, resulta que los únicos tristes son los poetas.

4. A LOS POETAS LES ENCANTA HABLAR DE POESÍA. Error. El tema favorito de todo poeta es él mismo. Hablará de poesía porque es lo que le atañe, y de otros poetas tangencialmente. Pero pronto su ego le obligará a referirse a su propia persona. Al fin y al cabo son el poeta que más a mano tienen.

5. A LOS POETAS NO LES IMPORTA QUE NO LOS LEAN. Mentira de la gorda. Todos quieren que los lean, y además que la gente diga que sus poemas son buenos. Lo que ocurre es que, frecuentemente, en lugar de adecuar su poesía a los gustos del lector, intentan hacerlo al revés. Lo cual, por cierto, está muy bien.

jueves, 24 de febrero de 2011

EL ROLLITO VIRTUAL

Hace unos días volví a hablar con una de esas personas cuya relación se rompe por el silencio voluntario establecido tácitamnte desde las dos partes. Es una antigua compañera de mi época granadina, con la que mantuve una intensa pero muy efímera "comunicación". Lo cierto es que después nunca supe de ella, más allá de los habituales correos cruzados de rigor. Sin embargo, me sorprendió que ella estuviese al corriente de casi todas mis andanzas. Al preguntarle al respecto, ella arguyó amigos comunes, pero sobre todo hizo mención a las redes sociales.

Uno llega a preguntarse si es que existía el mundo antes de facebook. Del mismo modo que no nos explicamos cómo fuimos capaces de sobrevivir hasta hace poco sin teléfonos móviles, ahora el interrogante es cómo distraíamos nuestro tiempo e informábamos al mundo de nuestras sensaciones sin el socorrido soporte cibernético. Y a mí, qué quieren que les diga, romanticismos aparte, este chumineo me está empezando a cansar. Me explico. Si durante un tiempo fue gracioso el tener a doscientas o trescientas personas pendientes de lo que uno publica o no, de un tiempo a esta parte que la gente (virtualmente y físicamente) se permita el lujo de juzgar lo que haces, con quién andas, establecer cábalas o hipótesis de dónde estuviste en determinado momento y con qué compañía, interpretar (la mayoría de las veces de modo erróneo) cada una de las palabras que salen de tu teclado (como si no supiesen que uno anda diciendo pamplinas la mayor parte el día, eso cuando está sobrio) empieza a ser tan molesto como una avispa en la bragueta. Claro, dirán ustedes que eso tiene fácil solución, con no participar de este público circo lo tiene uno todo arreglado. Y yo les daría la razón. Con la salvedad de que a ver entonces con qué gilipollas me meto yo en estos articulillos. Y cómo mi amiga se iba a enterar de todas mis (mal)andanzas.

sábado, 19 de febrero de 2011

BEBER, Y BEBER, Y BEBER

La ingesta abusiva de alcohol está comenzando a afectarme. Y eso es algo que, más que preocuparme, me fastidia. Es una incomodidad, además de una desilusión, puesto que la relación más duradera que he sido capaz de mantener en mi vida ha sido con las borracheras: ellas nunca me han abandonado y yo he procurado no serles nunca infiel.

Supongo que este romance tiene que ver con la más que equívoca idea que me hice siendo aún un adolescente de lo que significaba ser un escritor: vida disoluta (conseguido), versos (conseguido) sexo y conquistas (ay!) y melancolía a raudales (conseguido). Evidentemente, esta “idílica” imagen guardaba más bien poca relación con la verdad del asunto. Y uno se da cuenta de ello enseguida, no crean que el vínculo que me une con la realidad es tan inestable.

Sin embargo les decía que el alcohol comienza a afectarme. Movido por los últimos desengaños sentimentales (una excusa como otra cualquiera) naufragué las últimas semanas libando licores de diversa procedencia, procurando esquivar todo atisbo de consciencia y situándome en el borde del paroxismo. Del lado de allá. Esos días, de difuso recuerdo para mí, sorpresivamente fueron dejando estragos insalvables en mi cuerpo, como muescas en un ya arcaico revólver. Pérdidas de memoria, jaquecas interminables, desencuentros con violencia, pendencias, taquicardias, síndrome de abstinencia… Todo ello, bien es verdad, consecuencias lógicas y avatares normales asociados al reiterado consumo que han supuesto, empero, una insidiosa novedad en mi historial etílico. Me da por pensar (y no es nada agradable), que tendré que limitar, siquiera temporal o parcialmente, mi habitual copeteo ordinario.

Hace algún tiempo le dije a una chica que mi vida gravitaba sobre dos polos: el alcohol y la literatura. Inmediatamente reparé en que hice mal en no incluirla a ella en esa escueta lista. Quizá, de haber sido así, no habría vaciado tantas botellas. O sí, quién sabe, pero no las habría vaciado solo.

A lo mejor lo único que ocurre es que me estoy haciendo viejo. Pero eso, créanme, también es una putada.

viernes, 18 de febrero de 2011

CARTAS ANTIGUAS

Más de una vez he hablado aquí de mi afición por la comunicación escrita. De vez en cuando, sobre todo aburrido en algún bar, me da por escribir cartas que tengo la seguridad de que nunca serán leídas por sus supustos destinatarios. Casi todas van dirigidas a las mismas personas, aquellas con quienes alguna vez he mantenido una relación epistolar.

Hace un par de días, una de esas escasas tardes en que decido quedarme en casa en lugar de aumentar las arcas de mis sufridos taberneros, pasé horas revisando y releyendo antigua correspondencia, tanto física como virtual. Las sorpresas que me llevé fueron muchas, y no pocas veces teñidas de una desconsolada melancolía. Traje a mi presente palabras que encerraban para mí un significado apenas intuido o ya olvidado. Palabras de un otro ayer no por lejano menos intensamene vivido.

La primera colección de cartas que revisé fue la intercambiada con alguien muy, muy especial para mí, la persona con la que más y mejor he discutido de los más variados temas, en persona y por correo. Leyendo, me parecía tenerla delante, con su menuda figura casi siempre a punto de mandarme a la mierda, arqueando ostensiblemente la ceja para mostrarme su desacuerdo. Su voz levemente ronca, fruto de más de una noche derrochando vida en Lavapiés resonaba en mis oídos con cada frase. Carta a carta, desde 2005, fui recorriendo las distintas fases de nuestra historia común. Ah,y felicidades otra vez por el premio.

La segunda colección, menor en volumen y más reciente, pero también añosa, es bastante extraña. Su remitente es alguien a quien no he visto en persona nunca, pero con quien me escribí un tiempo tras conocerla a través de sus fotografías colgadas en internet. Tan exigua relación teníamos que le perdí absolutamente la pista tras un breve tiempo. No obstante esta escasa prolijidad, hay en todo lo que ella me escribía un dulzura que debe, obligtoriamente, esconder a un ser bello y delicado. Tras rastrear en su busca por internet descubrí que el año pasado había publicado un libro de poemas. No me extrañó en absoluto.

Hay otros epistolarios que dejo para mejor ocasión, cuando la pátina del tiempo me haya hecho olvidarlos parcialmente y puedas recuperarlos con la sorpresa de lo recién descubierto. Aunque hay cosas que nunca se borran, y por ello no pueden olvidarse. Ni volver a descubrirse.

viernes, 28 de enero de 2011

GALERÍA DE ODIOS VARIOS

Odio a la gente que mastica con la boca abierta.
Odio a la gente que después de comer se hurga con la lengua o chistea en busca de restos de comida entre sus oquedades dentales, en lugar de usar un palillo o, mejor aún, lavarse los dientes.
Odio a la gente que chasquea la lengua continuamente mientras habla, como si su paladar fuese de papel.

Odio a los talibanes de la salud, que me impiden matarme como me dé la gana.
Odio a los abstemios. Es muy difícil fiarse de alguien que no bebe, probablemente tiene algo que ocultar.
Odio a los que creen que por ir borrachos tienen licencia para cualquier cosa.
Odio a los que al día siguiente de una borrachera mal digerida dicen "Perdona, tronco, es que iba pedo".

Odio a las mujeres pintadas como puertas que rivalizan con los payasos del circo.
Odio, muchísimo más, a las niñas pintadas como puertas que rivalizan con los payasos del circo.
Odio a las mujeres con las uñas pintadas, sobre todo de estrafalarios colores como celeste cielo, verde botella o negro negrísimo.
Odio, aún más que las uñas pintadas, las uñas descascarilladas.

Odio que me interrumpan cuando hablo (aunque es cierto que a veces hablo demasiado).
Odio que alguien quede conmigo y no aparezca, como si creyese que su tiempo vale más que el mío.
Odio que me llamen cuando estoy trabajando, cuando todo el mundo conoce mis horarios.

Ahora comprendo por qué hay tanta gente que me odia a mí. Otro día contaré lo que adoro (que también es mucho).

sábado, 15 de enero de 2011

LA FELICIDAD EN LOS DEMÁS

Dicen que cuando regalas, acabas tú siendo el regalado. De un modo similar, opino que alegrarte con las cosas buenas que les pasan a tus amigos denota una suerte de generosidad que habla a las claras del cariño que despiertan esas personas en uno. Y contarlo de forma pública implica hacer partícipe al resto de la gente de tu alegría, como si se multiplicará exponencialmente en los otros. Además, es menos vergonzante y de mejor gusto que contar lo bueno propio.

En las últimas semanas han venido sucediéndose algunos acontecimientos felices para mi gente cercana, de los cuales he disfrutado con sano regocijo. Alguien a quien amé mucho (lo cual significa, obviamente, que aún amo)consiguió su objetivo de enseñar español en el extranjero, tras una procelosa labor persecutiva. Sé que no leerá esto, y por ello quizá me permita ciertas licencias que el pudor me impediría de otro modo. Sabes, porque te lo he dicho, que me alegro por ti, Yasira; aunque ello signifiquen miles de kilómetros de distancia. Por otro lado, el impenitente viajero Critian Ortas tiene toda la pinta de convertirse en sedentario por mor de la vida en concubinato, por lo que parece proyectar algo que le permita seguir en contacto con su itinerancia y con el mar. Además, en su agitada cabeza parece estar tomando forma, por fin, un proyecto literario. Sólo espero que no se le crucen otras historias y abandone estas, lo cual conociéndole sería todo un logro. Ánimo.

Quizá la alegría más especial de todas me la estén dando mi hermano Diego Medina Poveda y su poemario Las formas familiares, premiado en la edición 2010 de MalagaCrea. Supongo que tiene que ver con el hecho de que yo fuese instigador involuntario de ese puñado de versos basados en filmes de la Nouvelle Vague. El caso es que está teniendo un éxito de crítica considerable y una repercusión mediática importante. Por si fuera poco, su autor ultima ahora una antología de textos de bohemios españoles de principios del XX (de cuando la bohemia era bohemia, vaya). Bien por él.

Por supuesto, no me olvido de todos aquellos que están felices porque sí, y ya está, o de los que están felices y no cuentan por qué. Imagino que basta tener cerca a gente que quieres y que te hace sentir especial, disfrutar con la actividad diaria que realizas, ver crecer a tus hijos, comprar unas cortinas para el piso recién estrenado, correr con tu perro por la playa, verse más joven y delgada en el espejo, sentir que el chico de al lado de la columna, no mires ahora, pero no te quita ojo. Nada especial. También hay nadas especiales que os hacen felices. Lo de mi caso exige otro artículo.