viernes, 28 de enero de 2011

GALERÍA DE ODIOS VARIOS

Odio a la gente que mastica con la boca abierta.
Odio a la gente que después de comer se hurga con la lengua o chistea en busca de restos de comida entre sus oquedades dentales, en lugar de usar un palillo o, mejor aún, lavarse los dientes.
Odio a la gente que chasquea la lengua continuamente mientras habla, como si su paladar fuese de papel.

Odio a los talibanes de la salud, que me impiden matarme como me dé la gana.
Odio a los abstemios. Es muy difícil fiarse de alguien que no bebe, probablemente tiene algo que ocultar.
Odio a los que creen que por ir borrachos tienen licencia para cualquier cosa.
Odio a los que al día siguiente de una borrachera mal digerida dicen "Perdona, tronco, es que iba pedo".

Odio a las mujeres pintadas como puertas que rivalizan con los payasos del circo.
Odio, muchísimo más, a las niñas pintadas como puertas que rivalizan con los payasos del circo.
Odio a las mujeres con las uñas pintadas, sobre todo de estrafalarios colores como celeste cielo, verde botella o negro negrísimo.
Odio, aún más que las uñas pintadas, las uñas descascarilladas.

Odio que me interrumpan cuando hablo (aunque es cierto que a veces hablo demasiado).
Odio que alguien quede conmigo y no aparezca, como si creyese que su tiempo vale más que el mío.
Odio que me llamen cuando estoy trabajando, cuando todo el mundo conoce mis horarios.

Ahora comprendo por qué hay tanta gente que me odia a mí. Otro día contaré lo que adoro (que también es mucho).

sábado, 15 de enero de 2011

LA FELICIDAD EN LOS DEMÁS

Dicen que cuando regalas, acabas tú siendo el regalado. De un modo similar, opino que alegrarte con las cosas buenas que les pasan a tus amigos denota una suerte de generosidad que habla a las claras del cariño que despiertan esas personas en uno. Y contarlo de forma pública implica hacer partícipe al resto de la gente de tu alegría, como si se multiplicará exponencialmente en los otros. Además, es menos vergonzante y de mejor gusto que contar lo bueno propio.

En las últimas semanas han venido sucediéndose algunos acontecimientos felices para mi gente cercana, de los cuales he disfrutado con sano regocijo. Alguien a quien amé mucho (lo cual significa, obviamente, que aún amo)consiguió su objetivo de enseñar español en el extranjero, tras una procelosa labor persecutiva. Sé que no leerá esto, y por ello quizá me permita ciertas licencias que el pudor me impediría de otro modo. Sabes, porque te lo he dicho, que me alegro por ti, Yasira; aunque ello signifiquen miles de kilómetros de distancia. Por otro lado, el impenitente viajero Critian Ortas tiene toda la pinta de convertirse en sedentario por mor de la vida en concubinato, por lo que parece proyectar algo que le permita seguir en contacto con su itinerancia y con el mar. Además, en su agitada cabeza parece estar tomando forma, por fin, un proyecto literario. Sólo espero que no se le crucen otras historias y abandone estas, lo cual conociéndole sería todo un logro. Ánimo.

Quizá la alegría más especial de todas me la estén dando mi hermano Diego Medina Poveda y su poemario Las formas familiares, premiado en la edición 2010 de MalagaCrea. Supongo que tiene que ver con el hecho de que yo fuese instigador involuntario de ese puñado de versos basados en filmes de la Nouvelle Vague. El caso es que está teniendo un éxito de crítica considerable y una repercusión mediática importante. Por si fuera poco, su autor ultima ahora una antología de textos de bohemios españoles de principios del XX (de cuando la bohemia era bohemia, vaya). Bien por él.

Por supuesto, no me olvido de todos aquellos que están felices porque sí, y ya está, o de los que están felices y no cuentan por qué. Imagino que basta tener cerca a gente que quieres y que te hace sentir especial, disfrutar con la actividad diaria que realizas, ver crecer a tus hijos, comprar unas cortinas para el piso recién estrenado, correr con tu perro por la playa, verse más joven y delgada en el espejo, sentir que el chico de al lado de la columna, no mires ahora, pero no te quita ojo. Nada especial. También hay nadas especiales que os hacen felices. Lo de mi caso exige otro artículo.