jueves, 17 de junio de 2010

SPA

Hace ahora dos años, cuando volví a San Pedro, comencé a escribir un libro sobre la huida, sobre cómo dejamos ciudades y personas para poder echarlas de menos. Este poema, en el que la mujer simboliza la ciudad (o al revés)iba a ser el epílogo. pero, por suerte, hace unos meses lo sustituí porque había escrito otro mejor. El mejor.

SPA
A pesar de todo, sí, esa viene
a ser tu única patria.
A falta de otros recuerdos, yo opté por la invención.
Creo en el poder evocador de lo no vivido.
Y ya sabes que también alguien
me enseñó a recordar el futuro.
Quiero mandarte seis
besos como seis cuerdas,
con las que unirnos, con las que
darme al suicidio.
Veo luces que se apagan y cuerpos que se buscan.
Si se caen los prejuicios y no existe la distancia
que separa rubor y pecado; si sólo crece
el ansia de lo desconocido,
el perpetuo sabor de una amargura
que no llega a doler lo suficiente.
Si es en estas calles que me encierran
y destruyen cual heridas de una guerra
de urbanos decadentismos.

Si eres sólo el paso dado
al borde del precipicio.