martes, 15 de septiembre de 2009

SOBRE ESTACIONES Y FINES

Sigue siendo verano. Quiero decir que hasta dentro de unos días no entrará oficialmente el otoño (nunca sé si es el 21 o el 22; ¿o acaso fluctúa la fecha?), a pesar de que los niños hayan vuelto a las clases y elcorteinglés nos lleve un par de semanas enchufando sus corticoles y sus trenkas de internado británico. Sigue siendo verano, pero ya es un verano residual, una especie de lengua de tiempo que ya no sabe si pararse o respetar su ciclo, un sí es no es que agoniza entre tímidos rayos de sol y procaces lluvias en tirantes. Es un Gil de Biedma trasnochado empeñándose en una bohemia que ya le sienta ridícula después de los treinta. Estos días han dejado de tener su gracia.

Sin embargo para mí el verano murió hace ya un par de semanas. Es curioso, pero el tiempo, en un escorzo bergsoniano, puede contraerse a voluntad. Cuando pasa el 15 de agosto y los trabajadores enfilan la cuesta abajo de sus vacaciones una fastidiosa sensación de desamparo se adueña de las ciudades receptoras de turistas. El verano dura lo que duran los ocupantes transitorios de chiringuitos y tumbonas, lo que duran los escándalos nocturnos de las terrazas, el tinto con limón y el espeto de sardinas. Lo que duran, si quieren, algunos de los más infames tópicos de una España kitsch que se resiste a desaparecer y que por desgracia hemos sabido exportar demasiado bien. Y es que, como dijo alguien, un tópico no es más que una verdad repetida.

Creo que alguna vez he dejado consignado en este sitio que el comienzo del año académico supone para mí una época de vigor, de acometer proyectos (o por mejor decir, de planearlos), de ilusionarme y entusiasmarme, un tiempo lúcido en el que diseñar el ejercicio de lo que será una cartografiada decepción. Algo así como ese tipo que siempre está conociendo a su futura ex-mujer. Este año es un poco diferente, quizá porque mi lucidez es extrema (supongo que tendrá que ver con el libro que publicaré en breve y que se titula precisamente Casos de lucidez) y ello retiene mis delirios y ensoñaciones. O quizá sea que me hago viejo y no tengo ganas de desarmar unos cimientos recién colocados. Puede que, en el fondo, prepare todo este teatrillo para tener algo sobre lo que pensar y después hacer, como siempre, lo que me dé la real gana.

Las épocas de cambio, no nos engañemos, no son tales; o lo son siempre. Continua evolución. Un continuo acabarse. Soy un fue, un será y un es cansado. Aún quedan unos días de verano. Aprovéchenlos. Como quieran.