miércoles, 7 de octubre de 2009

ANTOLOGÍA DE POÉTICAS DE ANTOLOGÍA ( VII)

Cuando empecé a escribir, en los primeros años de la década del cincuenta, el término “poesía social” era ya utilizado para distinguir la actitud de un grupo de escritores que había roto con la corriente “garcilasista” que imperaba en España desde el final de la guerra civil.

En mis primeros poemas, contemplados ahora con la perspectiva del tiempo transcurrido, pueden ya descubrirse claros aires de inconformismo, amargura y frustración, que reflejan mi estado de ánimo, muy parecido al de un gran sector de la juventud española de aquellos años.

Posteriormente, y en cada uno de mis libros, fui tomando cada vez más conciencia no sólo de lo que quería decir, sino también del por qué escribía de un modo y en un tono determinados.

Sigo creyendo, como entonces, que el fenómeno de la creación literaria no puede entenderse si se considera aislado de su función social. El escritor no realiza su tarea para conservar sus escritos guardados en un cajón. Pero esto no basta para valorar en un conjunto el papel del escritor en la sociedad.

Dado pues que la función de la literatura es, a la vez, estética y social, resulta incuestionable que toda obra poética con cierta dignidad artística posee, en principio, la cualidad indispensable para ser dirigida a un público determinado. El problema estriba, contando con este requisito fundamental, en que el escritor sepa y quiera, además, que su obra tenga un contenido y una intención revolucionaria: la antigua y siempre olvidada actítud de enfrentar al hombre con sus problemas, con su situación en el mundo y con su destino. Pero tampoco esta fórmula es suficiente para justificar la obra de un escritor. Es necesario añadir a estos elementos una gran dosis de oficio, de picardía literaria, que hagan que el escritor pueda salvarse del pecado de la ingenuidad y de un esquematismo limitado y rígido. Los resultados obtenidos por la llamada poesía social han sido muy discutidos. Las acusaciones más fundamentales que se le han hecho son: sus enormes limitaciones temáticas y su tono declamatorio y neo-romántico.

Esto es cierto, en gran parte, aunque quizá pueda justificarse por la presión que nuestro ambiente social y político han ejercido sobre toda manifestación inconformista del medio cultural. En la medida en que me ha sido posible, yo he procurado siempre sustraerme de los peligros de una postura excesivamente simplista, a fin de no caer en la tentación de confundir los nobles sentimientos con la buena poesía.


José Agustín Goytisolo en Poesía social española contemporánea, (Alfaguara, Madrid, 1965).