martes, 18 de agosto de 2009

ANTOLOGÍA DE POÉTICAS DE ANTOLOGÍA ( V )

Poetizar es ante todo un problema de estilo. Un estilo efectivo da carta de naturaleza a cualquier motivo sobre el que se ejercite. La recíproca es una barbaridad; no hay ningún asunto, ninguna idea, ninguna razón de orden superior, ningún sentimiento respetable (quedan poquísimos), ningún catálogo de palabras nobles, ninguna filosofía (aunque esté cargada de futuro) que por el hecho de estar presente en un escrito lo justifique desde el punto de vista del Arte.

Mi auténtica vocación la decidió ni abuela paterna, gran entusiasta de Laura Pinillos y Benito Perojo, acunándome con las tonadillas de La Corte del Faraón. Sentí entonces la llamada de lo sicalíptico; el ser un sentimental se lo debo al toque wagneriano con que gorgorizaba el Amor es gloria, amor es vida de Sorozábal. Leslie Howard con el rubio pelo rizado, violín y pantalones Riviera: de ahí nace siempre un moralista.

Decía Joseph de Maistre que el gran defecto de una mujer es ser un hombre. De la poesía podría decirse que su gran defecto, aunque sea muchas y muchas cosas respetables (o no), es no ser poesía. La poesía debe alimentar la imaginación, interesar a las pasiones y los movimientos del corazón, y dejar en el aire siempre una sugerencia (la frivolidad se nos dará por añadidura).

Rosa Luxemburgo sabía muy que el mejor modo llevar adelante un meeting era colocar cada pancarta en una cornucopia. Algo que los poetas a la moda habrían querido olvidar cuando mi generación(?) entró en funciones: que su razón de ser dependía del uso que hicieran de la lengua. Oponerse al "furioso atrevimiento de los corruptores" será uno de los designios que habrá que reconocernos. En cualquier circunstancia en que el empobrecimiento y mal uso de la Lengua se hubiera producido (no importa en qué altar se la sacrificara) la reacción estaba fatalmente prevista, tanto más si se piensa que los corruptores fueron encargados de trocar en cañas las lanzas que la sociedad no estaba dispuesta a manejar. (¿Llegaron a convencerse de que el futuro dependía de su batalla de flores?). Con su mismo concepto del poder demiúrgico de las artes, la reina Victoria donó, para poner fin a la altísima mortandad en los hospitales de Crimea, un cargamento de teteras de porcelana. (Muchos corruptores, buenos amigos míos, han pasado del cultivo de la Política al de la Erótica, devolviendo la lengua al ejercicio de sus funciones propias y consiguiendo entre ambas vocaciones una brillante síntesis.)

Que la Poesía sea un Tren Expreso llamado a conservar y acrecentar los Fuegos Sagrados de la Lengua, la Frivolidad y la Moralidad en jupons. Pero, en cualquier caso, nadie se extrañe de que la Lírica vaya por los cerros de Úbeda en un país donde el sol sale por Antequera.


Guillermo Carnero en Nueve novísimos poetas españoles, (Barral Editores, Barcelona, 1970).

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