viernes, 21 de junio de 2013

UNA DÉCADA PRODIGIOSA

Mi biblioteca, como algunos lectores ya sabrán, porque me refiero a menudo a ello, es un totum revolutum que más de una vez ha amenazado con fagocitarme, de donde saco la idea de que tiene una vida propia, o cuando menos cierta conexión profética que gusta de aliarse con el destino para modular a su antojo mi comportamiento (y no solo el lecturario). Tanto es así que en los últimos tiempos me acerco a ella sin idea de lo que voy a leer: es la propia biblioteca quien me escupe los libros a la cara, y claro, ¿que puedo hacer yo contra tan maligna pulsión? Esta mañana ha vuelto a suceder. Para bien, en principio. Después de algún considerable tiempo (siempre demasiado) volvía a leer poesía. Acaricié el lomo de varios poetas dispares que se abigarran en la estantería sin más orden ni concierto que el de su propio arbitrio (la biblioteca tiene conciencia, pero no es escrupulosa, y entiende de mestizajes): Blas de Otero, Rimbaud, Gerardo Diego, Petrarca... y como por azar, aunque yo sé que no es así, llego a un libro de la editorial Hiperión de inconfundibles tapas anaranjadas, algo ajadas por el tiempo. Es un libro de Benjamín Prado, "Ecuador (poesía 1986-2001)". Lo abro con la certidumbre de que sus palabras, como siempre han hecho, despertarán en mí esa mezcla de admiración, sorpresa y envidia a la que el novelista, poeta, ensayista... me obliga en cada lectura. Pero no puedo pasar de la primera página. Quedo anclado en la fecha de adquisición: enero de 2003. Más de diez años. Una década. Durante la carrera yo había tenido como `profesor al poeta Antonio Jiménez Millán, y gracias a él conocí a Benjamín Prado personalmente (un estrechar la mano, un par de frases corteses) y como escritor (su primera novela, "Raro", sus ensayos "A la sombra del ángel" -que cuenta sus trece años junto a Rafael Alberti- Y "Los nombres de Antígona", su poesía...). Luego vendrían otros libros y otros encuentros, pero me interesa quedarme en ese 2003 y en ese deslumbramiento. Porque el tiempo nunca guarda la costumbre del azar. Son diez años en los que podría cifrar el nacimiento de mi conciencia a través de los acontecimientos que han ido jalonándola. Y que bien pensado, es más o menos la historia de todo quisqui. Pero como es la mía, es la que más me importa. Egoísmos que tiene uno. Fin de carrera, mundo laboral, tres cambios de residencia y tres ciudades, cinco libros publicados, amores y desamores, familia que crece (y decrece, ley de vida) algunos aprendizajes más y muchos errores repetidos. Más de 3700 días que se han ido agarrando y despegando de las que fueron mis distintas pieles. Muchos besos (muchísimos) y muchos versos (aún más)que encerraron en su momento el sabor de una ilusión y, en no pocas ocasiones, acabaron derramando en mi boca la hiel del fracaso. ¿Como pueden haber pasado diez años desde que compré este libro? ¿Cómo ha transcurrido entre ese momento y éste, en que lo sostengo entre mis manos, una década prodigiosa?

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