miércoles, 15 de mayo de 2013

TACÓN DE AGUJA

Mantener la capacidad de sorpresa intacta significa no desvincularse nunca del niño que alguna vez fuimos, o lo que viene a ser lo mismo, permanecer expectantes ante la vida y alerta ante todo aquello cuanto pueda enseñarnos algo. A los que, en mayor o menor medida, consentimos en hacer a los demás partícipes de lo que escribimos esta sorpresa (con demasiado escasa frecuencia, a veces) nos explota en la cara cuando otros nos descubren aspectos que desconocíamos de nuestra propia obra. Algo parecido es lo que me sucedió ayer. Se celebraba un encuentro con lectores en la librería Nobel, de San Pedro Alcántara. En la comida previa al acto, la persona encargada de moderar la charla me hizo ver cómo casi todos los personajes de mi última novela, Y cuando vuelva será como si viniera, son seres vacíos en una permanente búsqueda de algo que los llene. Ciertamente ese motivo, que podría extrapolarse a tantos personajes de la historia de la literatura (y si me apuran a cualquiera del mundo sensible)no se encontraba entre los objetivos que yo perseguía a priori; si bien en un primer momento me preocupó el no haber sabido transmitir lo que pretendía, pronto, tras transitar uno de los temas fundamentales del libro, la teoría del tacón roto (cómo los pequeños detalles nos cambian la vida)reparé en que también existen los tacones de aguja, aquellos que escarban indiscriminadamente buceando en las profundidades del espíritu en busca de respuestas que, en la mayor parte de los casos, se formulan contra preguntas nunca hechas. Hay lectores que son como un tacón de aguja, y que al clavarse y diseccionar un libro te sitúan frente a una proyección de ti mismo (o de tus personajes, que en este caso la diferencia es mínima)que no esperas, que desconoces. Y que puede incluso asustar. Los tacones de aguja son los más peligrosos, y es que no podemos olvidar la fascinación que desde siempre han despertado a todo aquel que tiene un mínimo de erotismo en las venas. Los tacones de aguja llegan donde tú, que no te has puesto un tacón en la vida, no hubieras llegado, ni sabrías llegar. Pero enseñan mucho. Ya he dicho que a veces incluso lo que no querrías aprender. Por eso yo procuro cuidarme de los lectores que me dicen cosas de mis libros que ni yo mismo sabía. Porque les tengo miedo a los tacones de aguja.

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