viernes, 12 de junio de 2009

En una librería

Buceaba entre los anaqueles de una librería de viejo cuando me topé con una Introducción a la poesía del poeta argentino César Fernández Moreno (México DF, FCE, 1962). Entre otras cosas, el primero vaguardista y luego confesional escribe:

"Desde su nacimiento en el siglo XII (?), su inmediato apogeo en el renacimiento y su posición siempre expectable en los diversos movimientos literarios, el soneto parece alcanzar su último triunfo con los parnasianos, a fines del siglo pasado. El XX, como a tantas otras formaciones culturales, le es indiferente en general, hostil en particular, y amenaza con eliminar para siempre su gravitación sobre la poesía lírica. Entre nosotros, su posición insegura se ha ido debilitando más y más desde que Jorge Luis Borges descreyó de sus estrafalarios rigores numéricos y Ricardo Güiraldes difundió que el sonetista tiene un moldecito de budín en la mano y mete dentro todo lo que se le pone a tiro". (p.17)

Obviamente, mi tocayo no debía tener en cuenta a Blas de Otero, verbigracia.

En otro lugar afirma:

"El hombre, enfrentado a la realidad, trata de aprehenderla mediante las disciplinas cognoscitivas (entendiendo por disciplina toda actividad cultural ordenada). Este es su movimiento eferente, lo que absorbe del contorno. Para quien cree en Dios, la religión es la máxima disciplina cognoscitiva. Para quien no cree, la religión es reemplazada por la filosofía, la ciencia o el arte". (p. 95)
Poesía como conocimiento. ¿De qué me suena a mí eso?
Dirán algunos que por qué me intereso por tratados o ensayos cuyos puntos de vista están claramente obsoletos. Pues bueno, también eso constituye parte del conocimiento de la tradición y nos ayuda a explicar la deriva que llevamos.

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