lunes, 12 de marzo de 2012

SOBRE LA CARESTÍA DEL TIEMPO

Pedro Salinas sabía mucho de muchas cosas. O quizá no fuese así, pero al saber expresar sus pareceres con una meridiana claridad, con una escueta y sencilla elegancia, con sobria perfección, nos da la impresión de que cada una de las cosas sobre las que escribe no guarda el mínimo secreto para él. Es la ventaja de articular tan maravillosamente el pensamiento.

Pedro Salinas sabía mucho, estoy seguro, de poesía. De poesía y de amor. O de poesía, de amor y de tiempo. Seguro que sabía muchas cosas de El Tiempo. En su ensayo "El defensor", escribe muy acertadamente acerca de ello, de cómo todo el mundo va con prisas a todas partes, e incluso en el mayor de los disparates alega ufano para no hacer algo "que no tiene tiempo de nada". Para el gran poeta, esa y no otra es la mayor de las desgracias.

Que yo no sé ni la décima parte que Pedro Salinas de casi nada, y menos aún de amor o de poesía, es una obviedad a la que cualquier Perico Pérez puede llegar sin demasiado esfuerzo. Pero sí sé de tiempo, y de su falta, y de la desgracia que ello supone, del tremendo bocado de insatisfacción que se te agarra cuando ves que no haces todo lo que desearías, y que uno tras otro van cayendo días sin que tu agenda se desinfle.

Caigo en esta reflexión porque me doy cuenta de que hace nueve meses que no actualizo el blog. Y no, no es que haya estado de embarazo. Simplemente es que (ay!) carezco de tiempo.

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