lunes, 30 de agosto de 2010

¿NOS HACEMOS UN CINE?

Lo primero que publiqué con mi nombre y apellidos fue una reseña cinematográfica. Antes siquiera de tener la competencia literaria suficiente para opinar sobre libros, y antes por supuesto de superar esa oscura barrera del pudor que impide mostrar a los demás los frutos de tus desvelos creadores,sí que creía estar capacitado para hablar (escribir) sobre una de mis primeras pasiones, el cine.

Nunca pensé en ser actor, carezco de los atributos necesarios para ello (salta a la vista); tampoco en dirigir, y a esto no me pregunten por qué. Pero desde los doce o trece años disfrutaba como un enano (lo que era) con las películas del cine clásico que, se suponía, eran difíciles de comprender para alguien de mi edad. Por el contrario yo las analizaba, leía lo que podía sobre ellas, me interesaba por las curiosidades del rodaje, filmografías de los participantes, premios recibidos... Lo disfrutaba, en suma.

Guardaba una especial relación con el rito de ir a las salas. Casi siempre lo hacía solo, únicamente me dejaba acompañar cuando era estrictamente necesario por una chica, nunca por amigos ruidosos y engullidores de refrescos y palomitas. Me molesta aún que la gente se pase la película hablando o casi peor, cuchicheando y bisbiseando como si nadie les escuchase, con la insoportable impunidad que les otorga la falta de luz, que no el silencio.

En algún momento el cine se me ofreció incluso como materia poética, me imagino que intentaba emular a otros que lo hicieron con mucha más fortuna que yo (inmejorable el libro de Diego Medina Poveda, Celuloide de sombra, premiado este año en MalagaCrea), sugestionado también por mis visitas a ese templo que es la Filmoteca Nacional en la época en que vivía en Madrid.

Y lo cierto es que pienso en ello ahora, porque hace nueve meses que no voy al cine, y la última vez fue tan importante la película como lo demás. No sé si volveré pronto porque, a decir verdad, la oferta es sencillamente desoladora, y para citas románticas se me ocurren sitios mejores. Pero desde luego que si lo hago tendré presente que estoy regresando a una parte insustituible de mi educación sentimental.