martes, 23 de febrero de 2010

PRISAS Y PAUSAS

A veces las cosas suceden demasiado rápido, y a pesar de que nos pueda dar la impresión de que han estado toda la vida ahí, apenas son un destello fugaz que nos alumbra desde hace bien poco. No somos culpables de medir el tiempo de una forma errónea, pues ya se sabe que es una era convención que estiramos o contraemos según se nos antoje. Pero sí es posible que sean otros parámetros los que gobiernen la percepción, el valor o la importancia con que algunos elementos llegan a instalarse en nuestra cotidianeidad, formando parte sustancial de una memoria creada sobre un pasado ficticio, casi inventado a antojo propio, pero tan real que otorga sin duda la entidad necesaria a los hechos referidos para construir y asentar el presente que se vive.
Vivimos condenados por la inmediatez, por el absolutismo de lo radicalmente nuevo, y la pausa está mal vista desde casi todos los ámbitos de la sociedad, se considera una pérdida de tiempo tomarse las cosas con calma, deleitarse en el recreo de lo puramente lento, como sólo puede serlo aquello que ansíe la eternidad, huyendo de la belleza efímera. Todo es ahora pero, como escribió el poeta, "hoy es siempre, todavía".
En medio detodo ello hay quien, como Ferrán Adriá, decide tomarse un tiempo para redefinirse. Hoy he leído que El Bulli se convertirá en una especie de academia, con becarios aspirantes a deconstruir la tortilla de patata. Como si no hubiese estado ahí siempre.
La costumbre de sabernos centro de nuestro mundo y parte minúscula del más general concepto cósmico es un ejemplo de la relatividad de ciertas ideas que nos preocupan por no tenerlas demasiado reflexionadas, para eso habría que dar un paso más en el paradójico avance que supondría pararnos a pensar. Y eso es complicado.