martes, 12 de enero de 2010

SONETO DEL TREINTAÑERO DE 29

Al que sin embozo llamaron cuerdo
con desparpajo le tildan de loco,
frontalmente dicen ahora que choco
contra todo, que a mis amigos muerdo.
Encuéntrome en un desencuentro
de enemigos pleno, de amigos solo
y acordado el envite del arrojo
a través del escrito desacuerdo.
Por leer lo contrario de lo escrito,
por mi torpeza en el saber decir,
por no querer ver más que lo ya dicho,
con armas desenfundadas, así
como en justas de justicia te invito
a dolor o amor mutuo conseguir.

viernes, 8 de enero de 2010

AUSENCIAS Y REGRESOS

Hay un dicho (bastante ventajista, creo) que reza algo así como "sólo se valora lo que se pierde". Puede que en algunas circunstancias la costumbre de vislumbrar algo de cerca, de habituarse a su uso, su visión y su proximidad más o menos certera nos lleve a malgastar e incluso despreciar en ciero modo las bondades de su aprovechamiento. Esto, que sucede con los objetos y las ciudades, no es menos cierto con las personas, fuente primigenia de nuestro engrandecimiento espiritual y de la gozosa actividad plena del ser humano como integrante de la sociedad.

La ausencia es, desde todo punto de vista, un fracaso. Y lo es porque entraña una pérdida, el abandono de aquello que se ha poseído y disfrutado; somos afortunados de obtener el jugoso placer de lo conseguido (y ahora sí, quizá, me esté refiriendo exclusivamente a personas) sin ningún esfuerzo, pero se nos agolpan los dolores de la partida, el que se marcha deja tras de sí un poso de amargura y desamparo que sólo se puede maquillar reparando las heridas con retales de otras personas pegados a nosotros mismos. En caso opuesto, aquel que emprede el viaje llenará su existencia de nuevas adquisiciones, de experiencias y de lugares, volviéndose dichoso y más perfecto aunque, puede que sin saberlo, también fracasado y perdedor.

El regreso, por contra, supone el triunfo sobre todo lo anterior, es la celebració de la vuelta, de la victoria sobre el tiempo y el olvido que tantas desgracias propone y dispone en aquellos que durante un tiempo se han querido y aun después de separar sus caminos continúan profesándose un cariño verdadero y sin intereses facticios. El reeencuentro, eso sí, puede estar teñido por memorias deformadas en el lapso transcurrido, por circunstancias de nuevo cuño y situaciones que giran alrededor de parámetros diversos a los de antaño. Pero seguirán, sin duda, conservando el sustrato inicial de ese deslumbramiento que nos produjo en una primera brillantez.

Escribo todo esto porque mi buen amigo Cristian Ortas ha vuelto por unos días de su viaje. Mañana regresa a Madrid y después a Dahab, a seguir buceando el Mar Rojo. Su ausencia y su regreso han sido dos estados de ánimo. No hemos compartido, en esta ocasión, tanto como los dos preveíamos. Pero seguro que la próxima vez no volverá: será como si viniera.